‘Dos hermanos’, el buen cine de Argentina
Como detalle extrañamente sutil, vimos este filme y el de Woody Allen uno tras otro en el Fine Arts. Pero eso no es lo extraño, sino el hecho de que el neoyorquino plantea una serie de conflictos sicológicos entre parejas y el director argentino Daniel Burman nos ofrece, también, un conflicto emocional, pero en esta oportunidad entre dos hermanos ya muy maduros.
“Dos hermanos”, con guión del propio Burman y el autor de la novela original, Diego Dobcousky, nos sitúa en Buenos Aires, época actual, para ofrecernos la ríspida historia de Marcos y Susana, dos hermanos que son como el agua y el aceite, que no se parecen en nada: ella es manipuladora, vividora, altanera, se cree la monedita de oro que todos ambicionan, y humilla de continuo a Marcos, que es humilde, sencillo, que ama y cuida a su anciana madre hasta que muere.
La historia se inicia con ambos viviendo en casa de ella, y es ahí donde se inician las primeras asperezas, aunque durante esa primera media hora, no resultan tan obvias.
Pero luego, cuando ella le hace ir con ella a vivir a Uruguay, ya las cosas comienzan a agriarse.
Ella es la dueña y señora de todo, ella lo tiene a él casi como un criado, a ella le molesta casi cualquier iniciativa que tenga el bueno de Marcos, y no pierde oportunidad en molestarle, en humillarle. La secuencia de la visita de ambos a casa de la tía es antológica en ese sentido.
O sea, que, como siempre sucede, hasta en los matrimonios, qué no decir de hermanos, llega un instante en que se rebosa el vaso, que el infeliz Marcos no tiene más remedio que dejar la casa de Uruguay para volver a la de Buenos Aires.
Y es entonces cuando ella advierte que no puede vivir sola, que no puede vivir sin el hermano, que la sangre pesa demasiado.
En otras palabras, que esa extraña pareja, tan inevitablemente desavenida, tendrá que seguir viviendo esas situaciones conflictivas que son parte de su razón de ser.
Una interesante historia que, además, cuenta con las brillantes interpretaciones de Graciela Borges (Susana) y de Antonio Gasalla (Marcos).
Nada del otro mundo la puesta en escena de Burman, quien se las arregla para mantener el interés del gran público gracias a una edición convencional pero efectiva, y un conjunto en el cual nada sobresale demasiado, como no sean los intérpretes.
“Dos hermanos” es, entonces, una historia interesante que les puede hacer pasar un buen rato y disfrutar del histrionismo de sus principales intérpretes.
View the original article here