‘Más allá de la vida’, sorprendente Eastwood
No estamos sorprendidos de la calidad de otro film de Clint Eastwood, sino del tema escogido: la vida después de la muerte.
Es muy posible que Eastwood, quien en mayo cumplirá nada menos que 81 años, al sentir en su mente el peso de los años, o sea, al sentir y presentir que la Muerte ya no es una simple referencia literaria sino una posibilidad cada vez más próxima y segura, ha reflexionado sobre ello y, al leer o alguien comentarle sobre el guión original de Peter Morgan, le haya caído en gracia.
Esa puede ser la razón para que acometiera las historias de los mellizos Marcus y Jason, ingleses, del norteamericano George Lonegan y de la francesa Marie Lelay. Porque entre ellos existe un vínculo; su relación con la Muerte y con el Más Allá.
Uno de los mellizos muere y el sobreviviente sufre su ausencia y desea por todos los medios comunicarse de nuevo con él de alguna manera. George es síquico, o sea, al ponerse en contacto físico con otra persona, puede conocer y referir detalles de su vida pasada, en especial de quienes han fallecido relacionados con el contactado. Y ella, Marie, ha sufrido un trauma mortal, a raíz del formidable “sunami” que causó miles y miles de muertes en el Pacífico hace poco, ella estuvo durante segundos muerta, y no puede olvidar esas visiones que entrevió en esos instantes, lo que le provoca escribir un libro sobre sus investigaciones en esa materia tan controversial que es la posibilidad de una vida o algo parecido después de la muerte.
Naturalmente, no se trata de una visión religiosa del asunto, no es cosa de alcanzar un paraíso para buenos ni un infierno para malos sino algo diferente, inenarrable, esquivo y poco definible, pero...otro estadio más allá de lo que conocemos y experimentamos todos los días.
Extraño en Eastwood y, para nosotros, por lo menos, en una película que no pondríamos a la altura de una media docena de piezas magistrales de este ex vaquero y detective de armas tomar.
Y no porque no esté bien lograda; por el contrario, para apenas citar una breve muestra, la secuencia inicial del “sunami” es no solamente espectacular sino agobiante, aplastante, brillante.
El discurrir de las tres historias que confluyen físicamente al final es pausado, suave pero consistente. Ese es el ritmo que le impone el director, ese es el ritmo, la dinámica que le conviene a un relato de tal naturaleza. Las actuaciones, encabezadas por el único bien conocido, Matt Damon, seguido por Cecile De France (Marie) y los mellizos Frankie y George McLaren, son muy buenas aunque tal vez no brillantes.
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